top of page

 

Entrevista a Dafna Curiel

‘Solo Juntos’

¿Cómo surge este espacio en tu vida?

Siempre supe que algún día iba a crear un espacio así. Siempre me acompañó una clara visión del proyecto hacia el que quería ir: gestar un espacio para traer más amor al mundo.

 

Siendo joven, creía ingenuamente que quienes compartían mi entorno cercano, -ya sea en el círculo familiar, social, laboral o académico-, también compartían el mismo sueño. Craso error. Con dolor y desilusión, -producto únicamente de haberme ilusionado creyendo que la realidad externa podía y debía colmar mis expectativas-, tomé conciencia que no era así. Cada uno, por supuesto, tenía su propio sueño y su propia visión de mundo.

 

Como solía adaptarme bien a las necesidades externas, durante muchos años callé mi sentir y ‘seguí la corriente’. Hasta que en determinado momento la molestia interior por no serme fiel a mí, y el insistente llamado interno a hacer algo respecto a lo que sentía, se hicieron incómodamente presentes. Me pregunté qué hacer: si dejar en el olvido y silenciar el anhelo, o escuchar mi corazón y moverme hacia la materialización de mi visión. Queda claro que elegí el segundo camino, más incierto y desafiante. Implicaba dejar un lugar seguro y estable en muchos niveles, para iniciar una aventura nueva y desconocida. Aventura que sin embargo resonaba en todo mi ser y conectaba con un propósito que tenía mucho sentido para mí.

 

¿Qué es lo que te impulsaba?

Me impulsaba una parte de mí que siempre ha estado presente. Siempre.  Como una semilla. Un espacio interno que no tiene forma, y no ocupa ningún espacio en ningún tiempo. Es una certeza difícil de conceptualizar. Y a su vez es lo más real que anida en mí. Ese es el mismo espacio interior que me “llama” a volver siempre que me distraigo en mi vida confundiendo mis prioridades (que, confieso, lo hago bien seguido), y continúa guiándome cada día. Lo vivo como una voz que me recuerda que tengo –como todos nosotros- una misión para cumplir, caminar hacia la conciencia de Unidad, y me ayuda a remover los obstáculos internos que me impiden lograrlo.

 

¿Esa voz podría ser el propósito del alma?

Si. Esa voz es el propósito de mi alma en esta experiencia de vida.

De niña, cuando estudiábamos en la Biblia el relato de la historia de Moisés y la salida del pueblo judío de la esclavitud en Egipto, una parte de mí se conectaba profundamente con ese personaje. Sin entenderlo desde la lógica, sabía que algo en mí resonaba con la necesidad de liberación.

 

Ahora sé que ese es el aspecto interno que quiere salvarse y salvar, y que todos lo tenemos dentro. Anida en cada uno de nosotros. Hoy entiendo que esa voz es la que vino a rescatarme de mi propia esclavitud y quiere ayudar a otros a hacerlo, si así lo desean. Sé también que si elegimos escucharla y seguirla, nos conduce a la libertad de ser quienes somos en verdad, manifestando nuestra esencia en esta maravillosa existencia.

 

¿Cómo influye tu entorno socio-cultural en todo esto?

Nací y viví dentro del seno de una familia judía tradicional.

Con mis padres, ambos de bendita memoria, he logrado –luego de muchos años y de un intenso trabajo de transformación interior- conectarme desde el amor y el agradecimiento, habiendo sanado y atravesado varias capas de mi personalidad.

 

Desde el lugar de la tradición, siempre sentía que algo me faltaba. Una parte de mí –la misma de siempre- permanecía sedienta. Llegué a creer que en el judaísmo no había más nada para mi sed espiritual, y comencé a incursionar en otras tradiciones milenarias. Encontré algunos caminos místicos que se alineaban más con lo que estaba necesitando. Algo se calmó en mí. De todas formas, sentía que aun así necesitaba integrar mi propia raíz.

 

Hasta que “casualmente” di con una clase de Kabalá con el profesor Salo Sapov, que su memoria sea bendita. Siempre recuerdo aquella primera conexión con esta sabiduría. Cuando escuché lo que decía el profesor, todo mi cuerpo resonó, despertó. ¡Lo que tanto buscaba simplemente estaba ahí! Tenía la sensación de haber vuelto a casa. Sentía que mis células “recordaban”. Vibraba en cada clase, con una alegría indescriptible. La Kabalá no le hablaba a mi intelecto sino directamente a mi alma.

 

Comencé a estudiar más y más. Participé de retiros espirituales en Estados Unidos, donde pude seguir rescatando el espíritu de esa Fuente inagotable de sabiduría. Aun así, ese tampoco era mi lugar. Muchos de quienes participaban de los retiros encontraban en la religión –aunque fuera de manera muy renovadora- más respuestas que yo. Pero mi alma no iba hacia allí. Anhelaba una forma espiritual no religiosa. Donde los rituales pudieran ser creados y recreados a medida que así fueran naciendo, producto de una necesidad interna, y no de una manera determinada o impuesta desde el exterior.

 

Aceptar y legitimar internamente mi propia forma de conectarme con la espiritualidad y la sabiduría de la Kabalá se convirtió en un largo y arduo camino. Me invadía una profunda desesperanza darme cuenta que no la encontraba ni en Uruguay ni en ningún otro rincón del mundo. Hasta que en un texto, no recuerdo cuál, -de esos que ‘caen’ en nuestras manos en el momento justo- leí que si no te sientes en sintonía con lo que recibes, y crees que tienes algo nuevo para aportar, es tiempo de construir lo propio. Y así fue cómo, a tientas, y sin saber cabalmente a dónde me estaba conduciendo, decidí dejarme llevar por esa voz.

 

¿Y ahí surgió Tiféret?

Sí, ahí surgió Tiféret. Primero, en la dimensión del propósito y de las ideas. Por años estaba claro para mí, -desde un lugar de certeza y paciencia-, que en algún momento iba a crear un Centro terapéutico que se llamara Tiféret. Eso fue muy importante. Saber que algo se va a materializar, y no apurarme. Pararme en esa confianza y entregarme, dejarme guiar.

 

Fue mágica la concreción de este lugar. Las sincronías acompañaron todo el proceso. En ese período aún trabajaba dentro de la comunidad judía institucionalizada, hasta que llegó el momento en que supe que tenía que dar el salto pues necesitaba entregarme cien por ciento a esta creación.

 

Tuve el apoyo invalorable de mi marido, quien siempre confió en mí y vio mi potencial para la realización del proyecto. Me estimuló y acompañó en todo el proceso y aún lo sigue haciendo. Gracias a ello, en el 2004 nace el Centro Tiféret.

 

¿Qué significa Tiféret?

Tiféret hace referencia a una de las Sefirót del Árbol de la Vida de la Kabalá. Las Sefirót son diez y se traducen como esferas, cualidades del alma, o manifestaciones del Infinito dentro del mundo creado. La Sefirá de Tiféret simboliza las cualidades de equilibrio, armonía y belleza, y es el espíritu que nos convoca.

 

¿Quién forma parte de este proyecto?

Las personas que están alineadas al espíritu que lo inspira. Guiados por éste, Tiféret alberga distintas formas de conexión con el Ser. Esencialmente se trata de eso. Nuestro ‘leit motiv’ es: abrazar la diversidad desde la conciencia de Unidad.

 

Se pueden encontrar aquí diferentes caminos de sanación que conectan con lo más profundo de nosotros. Con mucha alegría constatamos que cada vez más personas se sienten convocadas por nuestras propuestas, satisfaciendo su sed de compartir lo que son y lo que saben en un espacio donde se puede simplemente ser. Es común compartir en Tiféret la vivencia de “volver a casa”.  

 

¿Cuáles son los pilares para sostener esto?

En mi “otra vida” -como le llamo al tiempo en que trabajaba organizando eventos culturales- nos reíamos con mis compañeros porque yo insistía todo el tiempo diciendo: “No pierdan los objetivos”. Esa misma Dafna es la que me sigue guiando. Hoy la frase que me representa frente a cada situación se puede resumir en la pregunta: “¿Qué mueve mi acción?”

 

Es fundamental esta pregunta antes de cualquier acción. Allí se encuentra el propósito que inicia el recorrido, y éste marca todo el camino hasta la concreción final.

¿Qué mueve mi acción? Si lo que me mueve es el amor, la creación final va a reflejar dicha intención. Para ello, es fundamental trabajar mucho hacia la trascendencia de mi ego, de mi personalidad, para que la misma pueda habilitar la materialización de la chispa inicial. Así, aporto mi parte en la transformación y reparación (tikún en hebreo) del mundo.

 

Este propósito se sostiene en un profundo trabajo de autoconocimiento, aceptando que todos somos luz y sombra. Ver la sombra es siempre una puerta que se abre y nos muestra un espejo. Si elijo mirarme en él, se transforma, siempre, en una maravillosa oportunidad de aprendizaje para poder ver la luz que hay escondida detrás. Si elijo no mirarme, me peleo con lo que veo y creo que esa es toda la realidad. Siempre puedo elegir qué hacer con la sombra que veo.  

 

¿Y cómo lo logramos?

Juntos. Estoy convencida que la salida hacia la conciencia de unidad no es un camino individual. Es sólo juntos. En hebreo: “rak beiajad”. Es necesario reconectar con esto que es tan antiguo como la sociedad humana, y al mismo tiempo tan actual como la necesidad de salir de lo egoico, lo individual y volver a lo colectivo. Volver a la hermandad. Reconocer que somos todos hermanos. Confirmamos de esta forma que es posible vivir en el amor.

 

¿De qué manera?

Mostrándonos tal cual somos, desde nuestra integridad y fragilidad. Reconociendo que estoy en la misma que tú. Contarte mi aprendizaje y tú compartirme el tuyo. Y juntos, con ‘todas nuestras partes’, las iluminadas y las que están en proceso de transformación, vamos de la mano sabiendo que para eso estamos. Para ayudarnos unos a otros a crecer juntos.

 

El otro es un hermano que sufre como yo, y tiene mucho para sanar e iluminar, al igual que yo. Así podemos vivir desde un lugar de horizontalidad, encontrando que tú me sostienes, yo te sostengo, y juntos formamos un todo, una común unión.

 

¿Y cómo se cuida esto en Tiféret?

Para integrarse a Tiféret, hacemos una entrevista muy profunda con cada persona que quiere trabajar, dar un taller puntual o realizar un evento. En ese encuentro es fundamental reconectarnos con la pregunta: ¿qué mueve la acción de esa persona? Si es el mismo propósito de equilibrio, armonía y belleza que mueve a Tiféret, entonces la persona y su propuesta son abiertamente bienvenidas.

 

En Tiféret trabajamos mucho en la comunicación hacia dentro, (Tiféret puertas adentro) fomentando la conexión entre nosotros, a través de reuniones, talleres, o simplemente encuentros ocasionales en los pasillos de la casa, que para nosotros son sagrados. Allí se da una conexión fraternal y cotidiana, en la cual con una palabra o una mirada, recordamos que estamos juntos en este camino. Cada uno haciendo lo que tiene que hacer, y al mismo tiempo, juntos.

 

Contamos también con un maravilloso Grupo de Colaboradores, formado por personas que participan regularmente de alguna propuesta de Tiféret, y que, sintiéndose muy conectadas con la visión, aportan -en calidad de intercambio- su disponibilidad para ayudar a organizar algún evento, recibir a los participantes, ayudar a cobrar si es necesario, armar y desarmar el salón.

 

¿Cómo comparte hacia afuera Tiféret su trabajo?

A través del equipo de Comunicación, que dimos en llamar Equipo Mercurio (el planeta de la comunicación). Sostenidos siempre por el espíritu que nos convoca, aprendemos a comunicar hacia el exterior (Tiféret puertas afuera) desde una forma que dé cuenta de nuestra manera de ver la vida.

 

En Tiféret nos sabemos parte de una unidad que nos trasciende. Estamos juntos en el camino, y al mismo tiempo reconocemos que cada uno tiene una manera diferente de manifestarlo. Cuando las cosas no salen como fueron planificadas, nos abrimos a descubrir el aprendizaje que está detrás de la aparente “falla”. Todo lo que se manifiesta es una oportunidad de aprender, tanto a nivel personal como colectivo. No nos aferramos a que el producto tiene que ser de determinada manera. Mientras la intención inicial siempre esté clara, podemos movernos con confianza; ir por un camino, y si no funciona, respirar, aceptarlo, entregarlo, esperar e ir  viendo por dónde se abre. Si algo sabemos es que el proceso tiene que ser fluido, respetuoso de las circunstancias, y alegre. Es un andar orgánico,  natural, soltando la exigencia. Para ello propiciamos siempre espacios de escucha, confianza y conocimiento mutuo.

 

¿Cómo se propicia esta nueva forma?

Creciendo en círculo. El círculo, desde la forma geométrica sagrada que es, nos da la idea de que estamos juntos, como en las cuevas de nuestros ancestros. Tiene un centro, donde simbólicamente arde un fuego sagrado del cual todos estamos equidistantes, y al cual entregamos simbólicamente lo que necesitamos soltar, para que sea trasformado, transmutado.

En ese círculo cada uno está en su lugar y al mismo tiempo en igual nivel de importancia que los demás. Si alguien se va, el círculo se achica, y si  viene, se agranda, pero siempre mantiene su forma circular.

 

El círculo a su vez es un espejo: lo que la otra persona trae también está hablando de mí, y lo que yo traigo está hablando del otro. Desde esta forma de ver el mundo, todos somos responsables de lo que está sucediendo en él. El afuera y el adentro, la víctima y el victimario están comprendidos en el círculo, y por lo tanto, también están dentro de mí.

 

En la sociedad actual nos sentimos muy solos, aislados, excluidos, escindidos, porque por dentro estamos así de divididos. El desafío es dejar ese exilio, y recordar que todos estamos en “mismo barco”, navegando como podemos en las aguas por momento calmas y por momentos muy tormentosas que la vida nos hace atravesar. Estamos todos juntos en este viaje.

 

¿Cuál es el lugar del Árbol de la Vida en todo esto?

Cuando empecé a profundizar en la Kabalá, lo que más impactó en mi fue el Árbol de la Vida como un diagrama perfecto que refleja la manifestación del Ser en nuestra vida cotidiana. Una geometría sagrada.

La experiencia de manifestación del Árbol de la Vida en nuestro mundo concreto, la siento como si, en algún lugar de la dimensión espiritual surgiera una vibración, una intención inicial, que va atravesando todas las dimensiones, cada vez más densas, para finalmente materializarse en el aquí y ahora en mi acción cotidiana.

 

Es un diagrama maravilloso que, por supuesto trasciende al pueblo judío. Como yo lo experimento, la Sabiduría de la Kabalá es el aporte esencial que las fuentes hebreas ofrecen a la humanidad toda para contribuir en la construcción de un mundo basado en la conciencia Alef, conciencia de Unidad, donde hay lugar para ti, para mí, para todos y cada uno, tal cual somos.

2019-04-27 19.25.02.jpg
bottom of page